La primera vez que escuché la palabra “trucho”, referida al ámbito publicitario, fue en la Universidad, y no fue con la expresión más positiva del mundo. Después, con el tiempo, aprendí a referirme como “trucho” a aquellas campañas que solo se realizan para ganar premios y que no se llevan a cabo en absoluto. De hecho, los resultados, el caso y los protagonistas son ficticios o todo está manipulado para que en el momento de ser expuesto te haga pensar: ¡Qué campaña tan increíble!
Los truchos afectan la salud de una agencia, la de las marcas y, por su puesto, de todo el medio. Realizar una campaña conlleva mucho esfuerzo, tiempo y presupuesto, pero realizar una campaña trucha puede ser aún más agotador; no solo por el hecho de tener que manipular toda la información, sino también por encontrar o inventar una marca, aparentar que todo es real e incluso por el temor constante de que los demás noten que básicamente es falso. Así, se puede decir que todo el prestigio de la agencia se basa en algo similar a tu foto de Instagram, en filtros que desaparecen tus fallas.
La salud de las marcas también se ve afectada, por el hecho de que se respaldan en una campaña egoísta, que no las benefició como nos lo cuentan. Por ejemplo, en los resultados se puede reflejar que sus ventas, seguidores o producción aumentó, cuando en realidad todo es un dato falso o maquillado para beneficio de la agencia y no de su cliente.
La forma en que afecta al medio también es de alto impacto, porque muchas de las agencias encuentran un problema social para realizar este tipo de campañas. El inconveniente se presenta cuando los problemas siguen existiendo y la publicidad continúa viéndose ante la sociedad como esa pausa molesta que solo busca vendernos algo y no nos beneficia en nada, por más increíble que pueda ser esa idea.
Ahora, todos sabemos por qué las campañas truchas afectan a la salud de los protagonistas involucrados, es decir, todos nosotros los publicitarios.
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